Cuando llegué a Barcelona, “la Caixa” era otra cosa. Habían muchas oficinas, muchos cajeros automáticos en el exterior, los empleados eran amables, y el banco hasta te quedaba simpático. Y eso es decir mucho, visto que las condiciones que ofrecen para el dinero que le prestas no son ni mucho menos las mejores del mercado.
El acceso web y el hecho de poder ingresar dinero al contado mediante un cajero automático son todavía dos elementos excelentes, y los usé siempre que pude.
Hace tiempo, algo se quebró en “la Caixa”. Cerraron muchas oficinas, disminuyeron los cajeros automáticos, los empleados dejaron de ser amables, y el banco se vio cansado, viejo de repente, moribundo.